Si se pidieran escribir nuestras historias de cada tierno idilio que vivió nuestro corazón, que supo amar, que supo querer, pero después del tiempo y de la distancia, solo queda recordar lo bueno, lo tierno, lo maravilloso, aquello que queda grabado en el recuerdo, como huella imborrables, de aquellas maestras del romance.
El tiempo enseña y aprendemos que de cada cual sus forma de ser, así como de aquella la decidida e inquebrantable de sus decisiones, de aquella por ser frívola y demasiado realista, de aquella amante de la poseía, de la pintura y el dibujo, de aquella la optimista y fuerte luchadora en este vida, de aquella obsesiva, celosa y conflictiva, de su garbo, su elegancia al vestir, al caminar y de su conocimiento y ciencia, de aquella que vive atormentada de su pasado, de aquella, la dama orgullosa y temerosa, dueña de la vida y la muerte, temerosa de su edad, amante de la flores de ese color maravillo que conservo en mi jardín, es así que cada cual ha llegado a transformar y se ha adherido una parte de ellas en mi vida, no es fácil poder decir quien fue mejor, solo sé que fueron diferentes y maestras únicas en nuestras vidas.
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